Pero no solo actrices de renombre como Emma Watson, la Hermione de Harry Potter, ex primeras damas como Michelle Obama o cantantes de reguetón como el colombiano Camilo, entre cientos de celebridades, han manifestado sufrir diferentes grados de este síndrome, no catalogado clínicamente, pero descubierto en 1978 por dos mujeres: las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes.
Todo el mundo, o al menos un 70% de la población según estudios, reconocemos habernos sentido “pequeñitos/as” frente a las altísimas expectativas, al menos una vez en la vida. Dicen, quienes lo sufren, que en realidad no son merecedores de los logros conseguidos o se ven incapaces de alcanzar los altos objetivos, casi siempre autoimpuestos.
Pues sí, frente a quienes mienten descaradamente en sus perfiles y en sus sitios web, hinchando currículums o inventando trabajos, hay otras personas que se hacen de menos, incluso cuando triunfan, porque creen que, en el fondo, son un fraude y temen que algún día alguien descubra el engaño.
Desde hace unos años, trabajo con comerciantes de todos los ámbitos, en cursos y consultorías personalizadas de creatividad y personal branding, y lo veo habitualmente. Personas que no se atreven a mostrar sus habilidades, a desarrollar su potencial creativo, a creer en sus valores.
Según las psicólogas Clance e Imes, les sucede a quienes acusan un alto grado de autoexigencia que les impide fallar; o una baja autoestima que les lleva a querer pasar inadvertidos/as. Aunque ambas causalidades pueden estar relacionadas.
La presión de las redes sociales, que aumentan el nivel de exposición pública, y la necesidad de construir una marca personal sólida y competitiva, han agudizado esta sensación de inseguridad. Cualquier post que no tenga apenas likes, o una respuesta negativa de un cliente, pueden desatar los temores de quien, de pronto, se siente “cuestionado”.
Pues bien, aquí va una receta de tres ingredientes y fácil de recordar, para superar este desagradable “Síndrome de la impostora o el impostor”:
- Recuerda tus logros en el pasado y ponlos en valor.
- Rodéate de personas que te reflejen bien y agradece sus felicitaciones y elogios sinceros, relativizando el resto de opiniones negativas. Especialmente, las tuyas propias de autoflagelación.
- Y el ingrediente clave: deja de compararte con los demás y recuerda ser tú mismo/a y admitir que no eres “perfecto/a” ni lo serás nunca. Y menos mal. Porque tus fallos, tan humanos, te hacen más atractivo/a como persona, y también como marca personal. Se llama Efecto Pratfall, pero de esto hablaremos en otro post.